Entre un perfume de rosas blancas
está sentada y sueña;
y es hermosa la sombra cual si en ella se contemplara un ángel.
Cae la tarde y el bosquecillo duerme;
entre sus ramas y hojas,
sobre el paraíso azul se abre un paraíso dorado.
En la orilla expira una última ola lejana.
La voz que cantaba, luego, murmura.
Un murmullo que se vuelve aliento y que se apaga.
En el silencio van cayendo los pétalos…
Charles Van Lerberghe