El haiku, por toda una técnica, incluso un código métrico, ha sabido evaporar el significado; no queda más que una delgada capa de significante; es en ese momento, al parecer, cuando por medio de una última torsión, toma la máscara de lo legible y copia, privándolos no obstante de toda referencia, los atributos del «buen» mensaje (literario): la claridad, la simplicidad, la elegancia y la fineza.
Roland Barthes